sábado, 16 de marzo de 2024

¿Qué hay para cenar? El Otro y su mundo dogmático

 

Cuatro mundos dogmáticos. Todo yo es dogma y religión. Y los roces entre ellos, una novela caudalosa, gestionada por una novelista “opulenta”, con un  baúl de recursos inagotables para hacernos un “tour” de los “dogmas”, dogmas que sostienen un desencuentro fatal con las expectativas de las buenas conciencias. Traicionar falsas expectativas es otra especialidad de Ann Tyler.

Los personajes no son creaturas que nos puedan mirar de arriba abajo, son tan erráticos e incompetentes como quienes los leemos.

Algunos hemos sido iniciados en este tipo de saga familiar por Cien años de soledad, donde los hijos de Ursula Iguarán y José Arcadio Buendía son dogmas que se repelen como los hijos de Pearl en la novela Dinner at the homesick restaurant García Márquez también tiene esa visión de que por sobre el lazo consanguíneo, todos somo un nudo  no negociable con los otros y con el mundo (como los Karamazov).

Solo una genio puede sostener episodios alimentados por los fanatismos del yo, las relaciones oblicuas y tirantes con el plan del mundo. Anne Tyler es la actuaria de las injusticias (pequeñas y diarias), de los gestos disimulados y sin grandeza con que nos abrimos paso en un mundo en el que hemos sido sencillamente arrojados. Anne Tyler los documenta y los vuelve sustancia que aflora e interpela al lector resabiado y unilateral que somos, y que refleja a sus criaturas adheridas a la placenta  consanguínea que en Norteamérica tiene talla de mito. Algo de la fatalidad del Génesis rebulle en esta novela, plasmada en una escritura de seductor temperamento femenino.

La humana propensión a los errores y a las ilusiones me ha hecho creer tener una idea aproximada de la novela norteamericana; esta novela, Dinner at the homesick restaurante me muestra la dimensión de mi engaño. La novela gringa está llena de mundos por descubrir, demasiados para una vida.

viernes, 23 de febrero de 2024

DONDE SE HABLARÁ DEL TRAVIESO ELFO LLAMADO CAPITAL SIMBÓLICO Y DE LA PODEROSA BRUJA LLAMADA CLEPTOCRACIA Y DE LOS ORCOS LLAMADOS INTELECTUALES – por Ernesto Gómez Mendoza


Aparentemente es penoso emplear una categoría exclusiva de cierto campo sin la necesaria exactitud. Si esa inexactitud es demasiado obvia permitiré insultos exactos…Entonces, capital simbólico. Detentado por ejemplo por Mario Vargas Llosa. Un editor español, ante este capital simbólico, se empequeñecerá moralmente: lo acepto Mario, la tienes más grande!

O es lo mismo que prestigio o el prestigio es una parte de él ( y los intelectuales somos muy sensitivos respecto de este poder simbólico, no es ninguna noticia que babeamos por el aura de tipos como James Joyce o Juan Rulfo, qué tal Rulfo, todo un capital simbólico).

En este mundo de mierda también se acumula este tipo de capital con ayuda de otros. Con los buenos oficios de los periodistas colombianos puedes pasar de unos modestos ahorros a un botín envidiable. Otros lo acumulan a pulso como el actual presidente de Colombia, pero los periodistas son como enzimas capaces de redoblar el prestigio y la credibilidad del sujeto más indeseable. ¿España? Eres español querido lector? Allá teneis algunos tíos que nadan en capital simbólico, como Jose María Aznar, vaya tío. Puede asesinar a su madre y negarlo y todos le creemos. Su carisma es el de alguien que condujo a España por envidiables estadísticas económicas y ladró cuanto pudo contra Cuba, el anatema cubano, y apoyo las guerras de los Bush y vive siempre haciendo zancadillas a los pobres socialistas, sean de Zapatero o sean de Gonzáles, dos tíos cuyo “dinero” simbólico nos deja ciegos instantáneamente, casi se hace uno pipí.

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Lo admito: mi texto chorrea mala lecha, que lectores tan perspicaces. Y también transpira cierto sentimiento equívoco por el capital simbólico. ¿No ven que antes de ejecutar sus grandiosos drenajes de recursos públicos los delincuentes pasan por un proceso de acreción de prestigio y aura, pasan unos años siendo celebrados y adulados por el cuarto poder. Detesto especialmente a los que portan galantemente el título de “tecnócratas”. Muchos de ellos son economistas y no se sonrojan por serlo, como si la economía no fuera el nombre “kitsch” del sistema cleptocrático, un orden político que enmarca la expropiación de recursos públicos fabulosos por la élite que detenta el poder real. Confieso que acabo de descubrirlo.

 

En la teoría de los intelectuales del filósofo italiano Antonio Gramsci uno se encuentra con un concepto de intelectual que abarca más especies que el concepto vulgar. En Gramsci, trabajando con celo de abeja, hasta el curista parroquial produce ideología, y por ellos se diferencia de las amas o amos de casa que escuchan sus homilías: es un intelectual (ver el parentezco  de “clero” y “Clerk”).

Y -¡como no! – el profesor de primaria es otro intelectual. Ambos están en la base de la pirámide intelectual, a diferencia de los vecinos vulgares construyen, aportan a la visión (percepción) del mundo…cuadro donde elementos como legalidad, orden (casi divino) son centrales. Y los cargamos por todas partes, permean todo. Casi son automáticos, creemos en ese entorno-orden donde las cosas que más importan se expresan en un diseño de apariencia racional. Este mito encarnado en nosotros lo debemos a los intelectuales. Es lo que señaló nuestro italiano. Los intelectuales, desde el maestro de escuela hasta los Habermas y Savater.

Sorpresa para Kant…Seguimos como infantes, consumiendo mitos y cuentos de hadas que suplantan los hechos objetivos (la cleptocracia por ejemplo)

Los grandes intelectuales orgánicos del país y sus tecnócratas y sus gestas para encumbrar y encubrir el Robo, un nombre apropiado para todo el léxico de las ciencias sociales: encubrimiento, apuntalan el carisma de los expropiadores heroicos.

 (Gramsci adosa el calificativo “orgánico”. Clerecía que “narra” la constitución, el “derecho”, el “despotismo”, el “mercado”, von Hayek…leo ese texto de ciencia política y me seduce con su visión de algo que es utópico, no me dice todo lo ritualizado que es el estado de derecho)…descubro la mistificación: registro la expropiación histórica de cuatro o cinco “gobiernos”…los mismos que ven en Petro –y con razón-amenaza existencial- Me ponen una gafas a través de las cuales veo lo que le conviene a ellos.

sábado, 17 de febrero de 2024

Hypomnémata sobre Caligrafia de los sentidos de Nora Carbonell, por Ernesto Gómez Mendoza

Cuando el poeta sale al mundo, éste y la soledad se lo disputan. Estos poemas son actas que registran el arraigo terminal de Nora Carbonell en la soledad, esa constante humana, constante en la Poesía. Ante el engañoso mundo, nuestra poeta se repliega en sí misma y con delicada ironía y humor asordinado documenta las aventuras de su alma en algunos recodos de la vida. Quijotadas son la ilusión del corazón en sus primeras aventuras, los espejismos y modalidades de lo efímero. Tras la experiencia de los caminos se regresa más sabia al patio y su cosmología de quietas y dulces epifanías

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Un tema que se insinúa en Caligrafía de los sentidos es la renuncia. Extraño ser el que renuncia, se aferra al centro, no quiere enajenarse. Se sustrae a los presuntos bienes mundanos.La estirpe es cínica(Grecia antigua). La mujer mística o bruja, si no renuncia se pierde a sí misma en los códigos del entorno masculino o mística masculina, por eso la costumbre de la renuncia en tantas mujeres poetas( Meira Delmar).

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“Confieso que me gusta lo difícil/ los amores inútiles, los viajes sin brújula/Las distancias infranqueables/ esa mirada tuya/asaltada por la incertidumbre”.

Nora Carbonell gusta del lenguaje diáfano; lejos de cualquier acentuación barroca.

Nora Carbonell es ese lenguaje sin gravedad superflua, esa anotación serena y abierta. Dentro de esa serenidad, una tormenta de imágenes poéticas:

“Mi piel de adentro, mi vuelo y gemido/

Mi hábil viajero de todos mis rincones/

Denominador de países en mi continente/

Por ti fui, soy felina fiera que avizora tu exilio/

Violeta delirante para tu tormenta”. (Penúltima nota de amor, p. 116)

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La aventura más riesgosa de esta poeta ha sido el amor-pasión, en eso coincide con colegas. E insiste también en hurgar la herida, como Idea Vilariño, su cofrade uruguaya, quien apunta : “Ya no soy más que yo para siempre, y tú ya no serás para mí más que tú”. Por su parte, Nora Carbonell anota

Porque eras el amor perfecto

Para mi alma huidiza/

Te nombro para olvidar/

Jacobo.

¿Sin las poetas qué sabríamos de esos hijos perdidos que son los enamorados perdidos?

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Se puede decir que la poesía es una locura voluntaria del lector para liberarse entre dos páginas de la tiranía de la cordura. Y las poetas son las proveedoras de tal medicina.

Nora Carbonell dispone en estancias conversacionales su “pharmakon”, su cicuta. En sus versos conversados florecen las imágenes poéticas que traducen silencio, soledad, exilio, la locura quieta de existir en verso. La ermitaña que versifica sus pasos quedos por los andenes reales y míticos.

viernes, 27 de octubre de 2023

Pentimento

Antes de que María Mercedes Carranza y los mecenas perseguidos por su trastorno obsesivo le compraran una casa, la revista Golpe de dados fue el primer refugio de los poetas colombianos. Desde los años setenta ya había miles de lectores en Colombia que preferían poesía a novela, como se prefiere el sol a la lluvia. Preferían la bicicleta de la poesía a la motocicleta de la novela. A pesar de su hábito franciscano, Golpe  de dados se ofrecía en los puestos de revista, junto a la revista Cromos, la revista Semana y la revista Vanidades. El poeta J. G Cobo Borda era el poeta más visible, pero le pisaban los talones J. Mario, Jaime Jaramillo Escobar, Elkin Restrepo, Dario Jaramillo (diabéticos abstenerse), Juan Manuel Roca, entre los más peligrosos. Todos  querían –Edipos-matar a los padres. Querían matar a Julio Florez  y a Barba Jacob, muertos hace siglos, pero vigentes en la imaginación de aquellos lectores adictos a la poesía. Vinieron los videos, la televisión por cable, el PC, el beeper, el internet, el móvil, el videojuego, los tatuajes, el porno y el porro, pero en Colombia miles han continuado leyendo poesía y las nietas de los poetas de Golpe de dados han tomado el relevo y con sus  tatuajes leen sus poemas en bares y discotecas de las principales ciudades. Si hay algo resiliente en la literatira colombiana, es la poesía. Incluso Barba Jacob.

Me he sentado a escribir esto al darme cuenta de lo mucho que pesa la poesía en Colombia y en América Latina (y en el mundo). En contra de la aparente hegemonía de la novela. El vedetismo de la novela, en que la han comprometido los  funcionarios de la grandes editoriales. Impostura harto notoria en Colombia, que es pura moda, en un país de lectores incubados por la poesía desde sus abuelos. Los novelistas pueden ser mendaces y posudos, pero los poetas tienen que ser reales.

Nada de raro que un pedante como yo se haya consumido en el snobismo de la novela. La pedantería es la sustancia de la novela; se salvan muy pocas de la arrogancia con que las cien novelas publicadas cada año, incluyendo Vargas llosa, miran el mundo. Los textos poéticos son más humildes, parten de un mundo más íntimo y auténtico que el que Vargas Llosa cree que es… Me propongo salvarme del anecdotismo y la flatulencia de la novela estudiando poesía de ahora en adelante. Y partiendo de los versos que aprendí en bachillerato en los tiempos de Mario Rivero, el gestor de la revista Golpe de dados en los años setenta:

“Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero/

por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero”.

lunes, 22 de mayo de 2023

 

 

Nadaba en éxito, el cáncer se atravesó

La idea es genial. Un novelista sobre quien ha caído la maldición del éxito tiene un colega, compañero en los tiempos heroicos que sigue a su lado pero odia ese éxito y también a él que no lo sabe, envuelto en su gloria ignora que su triunfo lo hace un asco para el otro.

El dueño de esa idea ha muerto. A los 73 años, de cáncer de esófago, y esta noticia me ha removido algo. Quedo en deuda con Martin Amis, que se ha muerto de pronto. Le debo que su novela sobre los escritores amigos que se odian, me cayó como salvavidas en una época en que me sentía muy insignificante, y no con la autoestima por el suelo, sino en el subsuelo. Con su burla y escarnio de la vida promedio del escritor (o escritora), Martin Amis me puso delante dos vidas que eran muchísimo peor que la mía. La mejor fórmula para levantar el amor propio, y que no es tan nueva porque ya la usaba Charles Chaplin hace un siglo. La novela se llama La información,  en 1996 apareció en Panorama de Narrativas de Anagrama, pero la mía era la edición en la serie Compactos, igual de Anagrama, de 2008. Traducción de Benito Gómez Ibañez.

Amis ha muerto el pasado viernes, lejos de Londres, la urbe de sus libros, destruida por un ataque nuclear moral, y donde nació. Ha muerto en Miami, lo cual tiene el tinte irónico de sus historias, “carentes de plot”, según el tipo que lo recuerda en una revista en inglés.

En la página de La información que he abierto el plot intenta coagular: el escritor poco comercial, medita sobre su gestión para que un matón apalee a su exitoso rival, tras enterarse de que su novia le hizo sexo oral; concluye que el mejor desquite es seducir a su esposa. Démeter, miembro de la nobleza inglesa recién egresada de rehabilitación. Eso es un plot, en el otro sentido, el de conspiración.

La información, de Martin Amis, está lista para ser releída. Esa primera lectura fue hecha por un hombre desmoronado. También estaba endeudado; no me pregunten cómo pero lo estaba. La novela fue como si bebiera ron o aguardiente y el asombro sobre cosas de ese calibre escritas con esa frescura me hizo leer a bocanadas, atropelladamente. Ahora está lista para una lectura más saboreada. Si la lógica funcionara, en Colombia La información debería ser texto de culto. Los autores colombianos no son ajenos al éxito. Entonces deben tener el amigo poco exitoso que les odia en secreto. La novela también retrata la vida hedionda que éxito o NO, viven todos los escritores (y escritoras).

jueves, 6 de abril de 2023

Marlon Brando golpea a la puerta

Podemos decir agenda. Las personas y los grupos tienen una, y esa agenda puede estar condicionada por las circunstancias, por el momento. En el momento actual, la inflación por ejemplo participa de la agenda colectiva, igual que el clima, que los migrantes y una nube de temas adicionales, y la conversación social es alrededor de esos asuntos, y participar socialmente es participar de esos temas En modo micro ubicándonos en campos delimitados existe una agenda parlamentaria o una agenda literaria. Esta última permite una conversación en el grupo afín a la literatura, público puede decirse igualmente. El público literario maneja su agenda. En forma llana la agenda comprende lo que los lectores y escritores identifican, o encuentran interesante. Y conduce a que estos agentes tengan que optar por lo interesante o relevante- Es posible que este pacto no escrito de intereses compartidos no esté funcionando en el momento actual, y nada que sorprenda en un mundo en constante “destrucción creativa” (quizás) Todo esto para contextualizar. Si la irrelevancia se ha tornado más visible en la literatura del presente, sorprende de todas maneras que un libro de manera fiera se diría, proponga ideas que tozudamente, y especializadamente, descuidan interesar al receptor. Son radicalmente ajenas a las agendas que cargan el campo literario. El actor Marlon Brando es abordado como tópico de agenda colectiva en el libro El hombre que hablaba de Marlon Brando sin serlo; en estos momentos en medio de la batalla ideológica, en medio de la conversación agitada sobre modelos de desarrollo, la crisis de la lectura, la desigualdad, la deriva de las élites del primer mundo, el modelo depredador del neoliberalismo, la crisis moderna, la crisis de identidad en sus distintas variaciones, el hombre que plasmó la figura del padrino mafioso o del provocador apóstata de Último tango en Paris no está en esa agenda por ninguna parte ni el libro propone sobre el mismo una nueva visión o lectura que lo acomode en ella. En esos términos, Marlo Brando no reviste interés alguno. No queda explicado porque John J. Junieles apuesta por su anecdótico Marlon Brando y solicita de nosotros que le dediquemos nuestra “fuerza de lectura”. Un escritor no tiene manera de saber si determinado fetiche personal encuentra abrigo en el imaginario de los lectores; lo que puede conocer con algo de acierto es el repertorio de la agenda literaria y, más allá, el de la agenda pública. Los escritores que no aceptan ese marco, entran en la tribu de los escritores ingenuos, agentes que justamente no están en la agenda, son rarezas, unicornios (para ellos presumimos que habrá lectores unicornios; el resto somos vecinos cualesquiera que nos interesamos en las cosas que revisten interés para nosotros).

martes, 31 de enero de 2023

¿Occidente?

¿En Colombia, pertenecemos a Occidente? El sentimiento liberal de ser el individuo un valor en sí mismo, valor intangible por encima de los privilegios del Estado y de la Religión quizá estaba sugerido ya en el primer cristianismo. Uno de los sentidos de intangible es el de un ente que no se puede tocar ejerciendo la fuerza. No se puede ejercer fuerza sobre la persona, menos en razón a sus pensamientos. Es el resumen de Occidente, al margen de que la OTAN se considere la garantía de este sentimiento. La pregunta, entonces, se responde negativamente. Colombia no tiene elementos del sentimiento de Occidente, es imposible que un colombiano sea “occidental”. La fuerza arbitraria obrando sobre los individuos es evidente en este país (desde luego, también, en sus vecinos de Latinoamérica). Acaba, una entidad judicial de orden internacional, de resolver el caso en tiempos recientes, en Colombia, de un genocidio, concretamente el exterminio sistemático de un pequeño partido político, ante la complacencia y con la complicidad de las agencias estatales que han debido prevenirlo en lugar de cometerlo si en verdad hacen parte de la tradición liberal de Occidente. Sin embargo, este país es miembro de la OTAN. Es donde radica el pobre papel que en estos momentos representa OTAN, mostrándose como paladín de Occidente, encima de su tolerancia de vieja data de los despotismo de las élites en sus patios traseros, y la alcahuetería con los magnicidios y las operaciones desestabilizadores de los servicios secretos de las potencias occidentales en los países que estas han invadido, ocupado y saqueado, coincidiendo con la adopción abierta del liberalismo en el Atlántico Norte. Un mejor papel sería consolidar el respeto por el individuo en sus estados y mejorar la situación de éste en sus estados clientes. Presionado y propiciando la libertad e intangibilidad de la persona en estados como el colombiano (y en las sociedades que les corresponden) cuán mejor sería el rol de OTAN. Mucho mejor que el de Nemesis del modelo imperial ruso, el cual se busca desmantelar para entregarlo a los apetitos de empresas que demuestran a diario que les importa un bledo la persona humana y sus derechos (no hace poco un tribunal norteamericano encontró a la empresa Chiquita Brand culpable de conspirar en el asesinato de líderes sindicales y sociales en Colombia). En la misma semana de la actuación de dicha actuación judicial no cesaron los asesinatos en Colombia y no parece que vayan a cesar. Los colombianos no deberíamos ser las presas más fáciles de la narrativa “OTAN paladín de Occidente”. La liga guerrerista atlántica sagazmente utiliza el nombre por los matices emocionales que despierta en los intelectuales periféricos. Sin embargo, hasta donde se pueden equivaler Estados Unidos y Europa con el sentimiento occidental. Habría que ver en serio si el capitalismo tiene al individuo por valor absoluto, cuando vemos cada vez con más frecuencia cómo la policía “occidental” violenta a los individuos con tanta ligereza y prontitud, y como los monopolios de la información no cejan en su construcción de un pensamiento único; o sea, un único estilo de persona, un único proyecto de realización individual, un consumo uniforme, un monótono y redundante modo de agencia y subjetividad, la idea de ser todos una muchedumbre sometida y gobernada por los profetas de occidente que hablan a través de los mensajes comerciales, los dispositivos de redes digitales y alternan con un coro mediático ensordecedor. ¿Occidente? Primero se inventó a “Oriente”, un territorio para invadir y saquear en las cruzadas. Oriente, el territorio propicio de las herejías. Cuando Oswald Spengler hizo circular el término lo hizo asociándolo a su declinar. “La decadencia de Occidente” le dio por título. El “Occidente” de la OTAN es un pálido avatar del occidente del primer milenio, en cuyas abadías agustinos, benedictinos y monjes de otros nombres, atesoraron los libros de la antigüedad. Era el occidente de Europa, entre el río Rin y el río Tajo. Es el auténtico occidente; en esos libros estaba bocetada la genial idea de que toda persona es un valor absoluto y eterno, alrededor del cual se plasma la Idea Occidental, y el sentimiento occidental que todavía tienen que asimilar muchas naciones entre ellas las naciones eslavas ex Unión Soviética, todavía seducidas por la razón tribal.

miércoles, 26 de octubre de 2022

Los hermanos Cuervo, novela con injertos de crónica

La obsesión es un comportamiento universal; una enfermedad, para los psiquiatras (trastorno obsesivo-compulsivo). En Los hermanos Cuervo, curiosa novela implícita, todas las creaturas del autor padecen el trastorno. Un personaje está obsesionado con el ciclismo; otro con una mujer, el narrador de la primera pieza narrativa está obsesionado con los Cuervo; el relato muestra la diligencia y el método con se dedica a documentar la cotidianeidad de estos personajes con quienes comparte la fase adolescente, el vecindario y la secundaria. Para sus compañeros de colegio, la curiosidad de los Cuervo por las ciencias naturales resulta indicio de perversiones y hasta de culto satánico. En pleno siglo XX, reaccionan como lo hicieron los clérigos y los teólogos, hace quinientos años, al conocer los experimentos y especulaciones de los pioneros de la ciencia. El relato, suelto y casual, con algo de burla disimulada, encuadra la “investigación” que el narrador hace en busca del secreto de los Cuervo. Es interesante cómo la pesquisa termina mostrando que si hay alguien raro y misterioso es el investigador. Por cierto, nunca nos es revelado su nombre. Al progresar la narración el espía de los Cuervo pasa a ocupar el primer plano como bicho sui generis. Es notoria la malicia con la cual inventa intenciones, sospechas y presunciones para construir la atmósfera pesada e inquietante alrededor de actos y palabras que fuera de su mente ansiosa, son comunes e inocuos (la posesión de enciclopedias, por ejemplo; curiosamente, objetos sobre los cuales demuestra hartos conocimientos). Si el autor de Los hermanos Cuervo advirtió esta paradoja, el relato no parece haberse aprovechado de ello y no explota el potencial del narrador como el verdadero Golem, el auténtico perverso, el engendro.
El propietario de la voz que evoca las obras “maléficas” de los hermanos no hace sino aportar material para la interpretación psicoanalítica, que tal vez identificaría tendencias homosexuales. Para paliar sus culpas es que difama de sus objetos amorosos, los hermanos; busca reprimir sus deseos convirtiendo a los Cuervo en seres oscuros y retorcidos: tal conflicto aclara su proceder, y la aclaración es más dramática aún, visto que el ego del autor censura ese contenido. A merced del código psicoanalítico también resultan las listas sobre las materia más disímiles que pueblan esta novela mutante. Las listas y colecciones según el gremio freudiano son reliquias que sobreviven a la fase anal del desarrollo psíquico; Andrés Felipe Solano plasma listas continuamente. Enumera los objetos de varias colecciones de los Cuervo (revistas, fósiles, libros, comestibles, discos, fotografías). Su prosa está salpicada de enumeraciones de adjetivos que asemejan colecciones o simplemente la miscelánea que acopian los acaparadores compulsivos. El ritual, dentro de todo, posee su aspecto lúdico y bromista
La segunda pieza del sistema de historias comunicantes que es Los hermanos Cuervo, se titula El ciclista y se la debemos al abuelo de los hermanos, un pionero del cubrimiento periodístico de las vueltas a Colombia en bicicleta. Es una crónica, en el fondo, sobre la época heroica del ciclismo, las primeras ediciones de la Vuelta. Se introduce en ella a Vicente Aguirre, un ciclista superdotado y aficionado al gesto estrafalario (es el personaje cuya obsesión es una evasiva mujer angelical). Es el relato que mejor ejemplifica la función, en este texto (verificable en varios autores de ficción colombiana), del periodismo como insumo de la obra literaria.
En un momento de su carrera Gabriel García Márquez declaró que el periodismo había sido clave en su formación como escritor. Su trabajo en dicho oficio consistió en dos especializaciones: inflado de cables y crónica, no fue un periodista que manejara fuentes en un campo definido y reportara sobre sus mutaciones y vicisitudes, valga aclararlo porque algunos han derivado de su afirmación que el periodismo en bloque es muy próximo a la literatura. Andrés Felipe Solano el autor de este libro es responsable de una vistosa trayectoria como autor de crónicas (la nota de solapa se toma el trabajo de destacarlo). El texto que nos ocupa delata el manierismo de este género, acaso sobrevalorado como etapa formativa del autor de ficción literaria. En Los hermanos Cuervo el recurso a los personajes estridentes y sensacionalistas es constante; para la novela los personajes ordinarios y mediocres no incomodan; para la crónica son indiferentes. En su galería de personajes propios de la crónica (género en realidad anacrónico y de problemática sobre-madurez) el texto recrea, tras cerrar el aparte de los Cuervo,  a un ciclista mítico, Vicente Aguirre, al ya mencionado León Sierra, abuelo de los Cuervo, “hombre de radio” pionero, comprometido con verter a las ondas hertzianas la epopeya truculenta de la vuelta a Colombia en remota época, a través de la nieve, la lluvia o las ardientes temperaturas, los ríos vadeados con la bicicleta al hombro, las traicioneras montañas, las fiebres y el paludismo. Incluso un boxeador itinerante por pueblos irredentos y tediosos. Y una hermosa mujer, paciente de esquizofrenia, que escapa de su casa y recorre una importante geografía antes de morir y ser enterrada en un anónimo camposanto. Por esta beldad enajenada es la obsesión del ciclista, Vicente Aguirre.

En la parte final de la dispersa (pero alucinante) novela-crónica de Andrés Felipe Solano, titulada La azafata, el ciclista da con la tumba de la amada, en compañía, nada menos que de Betty, la madre de Los hermanos Cuervo, y juntos componen un pastiche de relato de búsqueda o de “carretera”, el cual prodiga placeres modestos pero ciertos. En medio de situaciones y escenarios grotescos, irredentos, desahuciados, Betty contrasta, con una belleza esculpida mayormente con reticencias y silencios y viaja hasta el fin del mundo, sin saber que el plan del ciclista es vengarse, o purgar su rencor asesinando a un pastor predicador involucrado en los años de errancia de la bella enajenada. El cine con sus aventuras y trepidaciones también asoma como hipotexto de Los hermanos Cuervo. Tres elementos, pastiche, crónica, cine, en una mezcla que no conduce a la catarsis que concedería una novela más típica.

jueves, 24 de marzo de 2022

Qué es y qué no es cultura

No ha nacido un ser humano que reúna las dotes de Bob Woodward y de Antonio Gramsci; sería un periodista dotado de suficiente cultura occidental. Reconstruir la historia tras los archivos gubernamentales, y de otras procedencias, sobre el “decisión making” guerrerista y al servicio de intereses particulares, no del pueblo norteamericano, de la guerra de Irak, uno de los libros de Woodward, no es cultura en el sentido humanístico. Podemos llamarle cultura periodística, caso en el cual cultura no se toma en el sentido que le dieron los humanistas del Renacimiento, un sentido emanado de la lectura y los libros en general. En el entorno de la literatura, la filosofía y las artes es el sentido de que se trata. Los periodistas, en tal sentido, son dueños de una semi-cultura por más denuncias urgentes que hagan y escriban sobre hechos malolientes y sus actores  

Humanistas 


 Es buena la salvedad, porque una de las categorías más contaminadas de ambigüedad y vaguedad es “cultura” y entre los efectos prácticos de ello está, que sin saber cómo y cuándo, todos nos hemos vuelto cultos y la empresa cultural de la humanidad ya solo consiste en retocar y actualizar dicha “cultura”. Un retocar y actualizar que considera que no necesita libros y que la lectura radical no le concierne. El remedio es simple: asumir los libros- Entender que cualquier intentona para especializar a unos cuantos en el manejo del libro (se les llama ratones de biblioteca, nerds, distraídos, pobres), es BARBARIE. 

Libros, libros 


Trato con libros, trato cerrado. Cultura es construirse un nido de libros. Con los libros que son el contexto de la época. O de un grupo social. El semi-culto. Hay varias especies. El abogado y el economista que solo leen textos de su especialidad. Incluye al psicólogo y otros profesionales que suelen arrojar al mundo las universidades colombianas. El pintor que no lee porque pinta, el fotógrafo, y me parta un rayo, el actor! Trato cerrado con libros, dentro de eso surgió el concepto de cultura entre aquellos humanistas del renacimiento que se hundieron en la lectura de los textos heredados de Grecia y Roma. Los reverenciados libros volvieron a leerse. Otro significado de cultura: relectura. No es cultura leer a partir de cero. Se lee empezando por lo que leyó la generación anterior. Los libros se aluden unos a los otros en el espacio y en tiempo. La cultura verdadera produce un testigo escéptico de su tiempo, que sabe que toda opinión es parcial y que es muy probable que nuevas lecturas le hagan revisar sus certezas actuales. No es cultura la “gestión cultural”. Patrocinar y financiar un festival de poesía no es cultura ni son cultos quienes dejan que los poetas les lancen sus versos en el salón. Este tipo de evento es algo accidental, no es lo central de la cultura. El centro de la cultura es, en la soledad de su cuarto, la persona que lee.

viernes, 25 de febrero de 2022

Más de La Perra. Tragedia en bandeja

Quizá esta novela cortísima sea, en el fondo, para la autora, un atado de notas sobre motivos que proyecta amplificar y ahondar en un futuro. El tema de la indolencia de la vida. Es la vida supremamente indolente con los sentimientos de los mortales, su gesta parece consistir, primordialmente, en pisar y arrasar tales sentimientos. Sí, debajo de todo, lo que tenemos es una tragedia (casi griega). No se puede negar que se produce la compasión por la heroína como en dicha expresión del teatro griego antiguo. Y ahí está la razón de que se ame esta fábula: estamos cultural y atávicamente programados para ceder ante los encantos de la tragedia. Nada más elemental. Por tratarse de un asunto sumamente potable, la tragedia, la tolerancia con los puntos flacos del texto es directamente proporcional a su digestibilidad. Me parece un punto flaco que la perra sea mala madre. En su descuido de sus hijos –incluso devora uno-se monta el desenlace (catástrofe, le dicen los retóricos a ese momento del relato trágico). Una perra que se come a sus crías resulta en malos términos con el verosímil, el animal cae en desgracia definitiva cuando abandona a sus hijos. Damaris abruptamente pasa a una actitud de venganza con el cánido. La prosa es papilla, aunque la autora se crea fundando un discurso depurado de retruécanos cultistas, un habla sin afeites, directa y cálida, habla cotidiana, habla, digamos, de colegio, de entrecasa, con superioridad moral sobre los extravíos de los que pulen frase y conceptos. Los recitados del coro de la tragedia también tienen sones de papilla. Y los lectores, felices. Siempre podemos zamparnos un poco de tragedia griega.