Quizás la característica más lamentable de “nuestros” periodistas es su falta de personalidad y carácter, que deriva en su enorme poder para aburrirnos.Por ello los colombianos somos gente que se aburre, vivimos aburridos, cansados, atiborrados de la desabrida agenda periodística que se nos sirve fría todos los días por unos diez mil periodistas y por aquellos de ellos, situados en la cúpula, que son presuntos “cracks” de la profesión.
Su vida es tan trepidante. Es tan aburrida que encuentran divertido construir personajes que todos deberíamos reverenciar, absorber sus conocimientos, alumbrar nuestras oscuridades con sus asombrosas luces. Los periodistas juran por personajes que ellos mismos han convertido en vigías y visionarios. Y los consultan cuando la cosa es compleja. El político freelance que presidió las deliberaciones de la asamblea constituyente de 1991, Humberto de La Calle Lombana,es su estadista “de cabecera”, y es a quien consultan cuando creen que algo amenaza al statu quo, cosa que para ellos es inalienable y no es negociable.Estas son las cosas tediosas de estos periodistas “pop”.
Son tan aburridos que presumen y quieren que presumamos que su discurso da voz a una mayoría (y por lo tanto es noble), cuando es lo opuesto. En su discurso plano y monótono canalizan intereses de lobbies y de actores equívocos, beneficiarios de prebendas y privilegios extremos. Los mismos que fueron repudiados en las elecciones que llevaron a Gustavo Petro a la presidencia de la república. Son tan aburridos que, en estado de negación, no aceptan que sus estadistas perdieron la elecciones, y con ellos sus asociados cleptócratas. Estos periodistas “pop” también están entre los perdedores de esa elección; no son queridos de los ciudadanos que rechazan su periodismo desnaturalizado al servicio de personas y entidades que abusaron de la confianza del país. Los ayudan a reciclarse y a desarollar su “lawfare” y su campaña de odio. Que aburridos.
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