miércoles, 26 de octubre de 2022

Los hermanos Cuervo, novela con injertos de crónica

La obsesión es un comportamiento universal; una enfermedad, para los psiquiatras (trastorno obsesivo-compulsivo). En Los hermanos Cuervo, curiosa novela implícita, todas las creaturas del autor padecen el trastorno. Un personaje está obsesionado con el ciclismo; otro con una mujer, el narrador de la primera pieza narrativa está obsesionado con los Cuervo; el relato muestra la diligencia y el método con se dedica a documentar la cotidianeidad de estos personajes con quienes comparte la fase adolescente, el vecindario y la secundaria. Para sus compañeros de colegio, la curiosidad de los Cuervo por las ciencias naturales resulta indicio de perversiones y hasta de culto satánico. En pleno siglo XX, reaccionan como lo hicieron los clérigos y los teólogos, hace quinientos años, al conocer los experimentos y especulaciones de los pioneros de la ciencia. El relato, suelto y casual, con algo de burla disimulada, encuadra la “investigación” que el narrador hace en busca del secreto de los Cuervo. Es interesante cómo la pesquisa termina mostrando que si hay alguien raro y misterioso es el investigador. Por cierto, nunca nos es revelado su nombre. Al progresar la narración el espía de los Cuervo pasa a ocupar el primer plano como bicho sui generis. Es notoria la malicia con la cual inventa intenciones, sospechas y presunciones para construir la atmósfera pesada e inquietante alrededor de actos y palabras que fuera de su mente ansiosa, son comunes e inocuos (la posesión de enciclopedias, por ejemplo; curiosamente, objetos sobre los cuales demuestra hartos conocimientos). Si el autor de Los hermanos Cuervo advirtió esta paradoja, el relato no parece haberse aprovechado de ello y no explota el potencial del narrador como el verdadero Golem, el auténtico perverso, el engendro.
El propietario de la voz que evoca las obras “maléficas” de los hermanos no hace sino aportar material para la interpretación psicoanalítica, que tal vez identificaría tendencias homosexuales. Para paliar sus culpas es que difama de sus objetos amorosos, los hermanos; busca reprimir sus deseos convirtiendo a los Cuervo en seres oscuros y retorcidos: tal conflicto aclara su proceder, y la aclaración es más dramática aún, visto que el ego del autor censura ese contenido. A merced del código psicoanalítico también resultan las listas sobre las materia más disímiles que pueblan esta novela mutante. Las listas y colecciones según el gremio freudiano son reliquias que sobreviven a la fase anal del desarrollo psíquico; Andrés Felipe Solano plasma listas continuamente. Enumera los objetos de varias colecciones de los Cuervo (revistas, fósiles, libros, comestibles, discos, fotografías). Su prosa está salpicada de enumeraciones de adjetivos que asemejan colecciones o simplemente la miscelánea que acopian los acaparadores compulsivos. El ritual, dentro de todo, posee su aspecto lúdico y bromista
La segunda pieza del sistema de historias comunicantes que es Los hermanos Cuervo, se titula El ciclista y se la debemos al abuelo de los hermanos, un pionero del cubrimiento periodístico de las vueltas a Colombia en bicicleta. Es una crónica, en el fondo, sobre la época heroica del ciclismo, las primeras ediciones de la Vuelta. Se introduce en ella a Vicente Aguirre, un ciclista superdotado y aficionado al gesto estrafalario (es el personaje cuya obsesión es una evasiva mujer angelical). Es el relato que mejor ejemplifica la función, en este texto (verificable en varios autores de ficción colombiana), del periodismo como insumo de la obra literaria.
En un momento de su carrera Gabriel García Márquez declaró que el periodismo había sido clave en su formación como escritor. Su trabajo en dicho oficio consistió en dos especializaciones: inflado de cables y crónica, no fue un periodista que manejara fuentes en un campo definido y reportara sobre sus mutaciones y vicisitudes, valga aclararlo porque algunos han derivado de su afirmación que el periodismo en bloque es muy próximo a la literatura. Andrés Felipe Solano el autor de este libro es responsable de una vistosa trayectoria como autor de crónicas (la nota de solapa se toma el trabajo de destacarlo). El texto que nos ocupa delata el manierismo de este género, acaso sobrevalorado como etapa formativa del autor de ficción literaria. En Los hermanos Cuervo el recurso a los personajes estridentes y sensacionalistas es constante; para la novela los personajes ordinarios y mediocres no incomodan; para la crónica son indiferentes. En su galería de personajes propios de la crónica (género en realidad anacrónico y de problemática sobre-madurez) el texto recrea, tras cerrar el aparte de los Cuervo,  a un ciclista mítico, Vicente Aguirre, al ya mencionado León Sierra, abuelo de los Cuervo, “hombre de radio” pionero, comprometido con verter a las ondas hertzianas la epopeya truculenta de la vuelta a Colombia en remota época, a través de la nieve, la lluvia o las ardientes temperaturas, los ríos vadeados con la bicicleta al hombro, las traicioneras montañas, las fiebres y el paludismo. Incluso un boxeador itinerante por pueblos irredentos y tediosos. Y una hermosa mujer, paciente de esquizofrenia, que escapa de su casa y recorre una importante geografía antes de morir y ser enterrada en un anónimo camposanto. Por esta beldad enajenada es la obsesión del ciclista, Vicente Aguirre.

En la parte final de la dispersa (pero alucinante) novela-crónica de Andrés Felipe Solano, titulada La azafata, el ciclista da con la tumba de la amada, en compañía, nada menos que de Betty, la madre de Los hermanos Cuervo, y juntos componen un pastiche de relato de búsqueda o de “carretera”, el cual prodiga placeres modestos pero ciertos. En medio de situaciones y escenarios grotescos, irredentos, desahuciados, Betty contrasta, con una belleza esculpida mayormente con reticencias y silencios y viaja hasta el fin del mundo, sin saber que el plan del ciclista es vengarse, o purgar su rencor asesinando a un pastor predicador involucrado en los años de errancia de la bella enajenada. El cine con sus aventuras y trepidaciones también asoma como hipotexto de Los hermanos Cuervo. Tres elementos, pastiche, crónica, cine, en una mezcla que no conduce a la catarsis que concedería una novela más típica.

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