miércoles, 27 de enero de 2021

MAR DE LEVA –Maqueta de novela

 

En esta novela la intriga (enredo, decían los escritores renacentistas españoles) llega a su máxima altura cuando madre, hijo y amiga se involucran como espectadores de un espectáculo obsceno. El autor es parco. No hay muchas explicaciones. Es el lector quien asume la papa caliente de una mamá y un hijo (la amiga hace el papel de celestina) que con un vaso de licor en la mano miran a la pareja que celebra frente a ellos un ritual casi rutinario de pornografía. Ha sido el mejor regalo que la madre ha podido pensar para los quince años de un chico más bien manso y silencioso.

Madre, hijo. Pero el autor de la novela, Octavio Escobar no arriesga el más mínimo guiño o alusión al mito psicoanalítico del Edipo ni explicita nunca si Mariana es una madre sobreprotectora que expone a Javier, su hijo, a la experiencia perversa para fundar un pacto imborrable entre ambos. En inquietante anti-climax, horas después del acontecimiento, el relato no da cuenta de ningún remordimiento o sensación parecida en ninguno de los dos perversos, ni se produce ninguna epifanía. Mar de leva es una novela en crisis que se queda en esquema de novela y nunca remata en obra acabada y redondeada

Esquema, idea aproximada, fórmula tentativa. También son fórmulas los lugares comunes de la retórica que cobran vida nueva en la variación que logra el autor, en la reformulación, en la superación necesaria para evitar la reiteración o calco. En Elena, la amiga de los Guzmán, madre e hijo, el esquematismo gira hacia la caricatura inerte. Escobar Giraldo no es un destacado retratista del jet set y su Elena es poco convincente como mujer de mundo. El recurso al que más apela es la inserción en cada frase de Elena de una palabra en inglés. Esta mujer de vuelta de muchas partes, presuntamente, es la mediadora que conduce a los Guzmán a su iniciación en el voyeurismo, y desempeña su papel a través de sus acotaciones banales pautadas con sus vocablos ingleses, “Estás de vacaciones –exclamó-, y yo también, sorry. What happens here, stays here.”. La caricatura repercute sobre el autor de Mar de leva, refiriendo a la ingenuidad del narrador convencido de que una fórmula así, aplicada mecánicamente, basta para plasmar el tipo del personaje.

Mar de leva tropieza más de una vez con la ingenuidad respecto de verdad y verosimilitud, la idea aristotélica de que en literatura la verdad objetiva no posee tanto significado como la verosimilitud, aquello que no es fáctico pero sí posible. Una madre y un hijo compartiendo un “show erótico” en vacaciones puede ser algo que pasó, pero es poco verosímil literariamente. Puede haber Elenas objetivas que hablen así, pero no funcionan en una novela, no son creíbles en el marco de la situación. Es un desacierto que se hubiera evidenciado si hubiera habido, después del esquema (o borrador) un proceso encaminado a encontrar la forma novelística. En el aliento creador sobre la maqueta habría cabido también que Escobar renunciara a esa situación y probara otro camino si perseguía la sátira de las clases altas o los motivos de la novela de iniciación.

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