domingo, 21 de febrero de 2021

Lo que sabe Vargas Llosa! Hasta de focos guerrilleros!

 Después de mucho tiempo, tiempo prudencial, los críticos mexicanos se atreven a sugerir la existencia de libros de Carlos Fuentes innecesarios. Los mexicanos han practicado una florida idolatría con Fuentes, ego desbordante del Boom, pedante de estilo hiper-corregido y defensor de la teoría o doctrina de que los escritores gestan a sus países, con su historia y todo, en sus cuadernos (no todos los escritores, los escritores como él). Quiere decir que Mario Vargas Llosa resta, entonces, como el Ego del Boom, sin rivales.


¡Cómo pasa el tiempo! Ya son quince años, más o menos, de haber publicado este servidor un comentario sobre Travesuras de la niña mala, en la revista Número (por cierto un nombre muy tonto para una revista cultural). Intenté dar una idea de cuán tonta era esa novela de Vargas Llosa: al fin dije algunas cosas sobre fetichismo y cuán banal y predecible era el autor como fetichista: no conseguía hacer de la “niña” de su libro un fetiche memorable; ella es un personaje plano tipo tira cómica, y ella y Ricardo Somocurcio, el narrador tonto, no parecen ir más allá de Playboy en su erotismo.

Así considerado, Travesuras de la niña mala, es un libro innecesario; acaso tiene interés como documento sobre una traición repugnante, gracias a la cual, la CIA y los militares peruanos lograron sofocar un típico “foco” guerrillero.

Ricardo Somocurcio, doble del autor (mediante la creación de un doble, el inconsciente, puede convertirlo en el gestor de acciones que sus creadores consideramos poco dignas o francamente sucias para realizarles en nombre propio) es un personaje increíble. Es el narrador. Es traductor en Paris como fue Vargas Llosa. Menciona en su relato a docenas de jóvenes peruanos que viajaron a París como escala de tránsito a Cuba, a donde viajaban para recibir entrenamiento. Paúl, su contacto en Paris, los acomodaba los días necesarios mientras se embarcaban a la isla. El único problema, el narrador de Travesuras de la niña mala, Somocurcio.

Somocurcio, quien se cree superior a todos esos románticos ingenuos y cuyo único propósito es “vivir tranquilo en París hasta el final de sus días”, demuestra máxima diligencia y recursos en ganarse la confianza de Paúl y, a pesar de su descreimiento, en saberlo todo sobre el proyecto guerrillero. Pasados los meses, Somocurcio nos cuenta que las fuerzas armadas peruanas aniquilaron en cuestión de horas el foco guerrillero de los muchachos de Paúl. Fue pan comido, y se explica así: fueron infiltrados por el enemigo en París mediante un agente que proporcionó la inteligencia necesaria. El extraño Somocurcio, doble del autor, pretendidamente hastiado de la política y empeñado en disfrutar las delicias de París y, sin embargo, en el centro de todo, colaborando desinteresadamente, incluso alojando reclutados en su apartamento!

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