El retorno de los espejos
Algunos rituales que se permiten los narradores de los
cuentos de La gravedad de los amantes evocan la ficción breve de Julio
Cortázar. Como los narradores de los cuentos del argentino son creaturas que
intentan paliar el desbordamiento de lo extraño con diques de palabras. La
estética de lo aberrante, de lo grotesco(surgida hace doscientos años entre los
románticos alemanes), fue para el
condensado cuento un factor de expansión; el público pidió más y así se
construyó una ciudadela de la narrativa que es transgresión de las certidumbres frágiles
de filisteos y buscadores de diversiones impunes, los cuentistas de lo secreto y mórbido plantearon
un inquietante coctel de diversión y ansiedad, la vaga ansiedad y paradójica
diversión que aquejan a quien lee las historias recogidas en La
gravedad de los amantes, Premio de Cuento Universidad Industrial de Santander 2016.
Si, los cuentos de Rodolfo Lara Mendoza son cuentos de asombro y perplejidad,
alusiones a eso que espera en los cuartos largo tiempo clausurados, o en los arrabales de la normalidad, y que
fue para las mentes de un Cortázar o de un Onetti - por ejemplo- la ocasión de
fabricar perversos juguetes, dentro de
una tradición que comprende una honorable galería de autores.
Los delirios reseñados
en La Gravedad de los amantes no
sufren los peores castigos, pero recuerdan la comodidad engañosa con la cual
procedía Edipo antes de conocer la horrenda verdad. La visita impasible y fatal
de la verdad es asunto de estas historias. En el texto inaugural, Las gemelas,
la realidad es inocente; la culpa hay que buscarla en las trampas que
unas fantasías narcisistas le tienden a la conciencia del narrador, que en ese
trance es un espejo para casi todos los lectores. En el sugerente clímax, un espejo
lo pondrá de súbito al borde del abismo de su ego. Y alcanzas a asustarte,
recuerdas que te ha pasado, pero en tu caso sin más espejo que el karma.
Espejos e imágenes en
reflejos son utilería en las historias extrañas desde los tiempos de Hoffmann, el
Poe alemán. Los cuentos de Lara Mendoza se desgranan en reflejos,
duplicaciones, ecos y avatares. Aunque Lara, en el lugar tropical en que
escribe, está remoto de las filigranas anglizantes de Jorge Luis Borges, creo
que el rioplatense disfrutaría un cuento como El falsificador, precisamente por
la fuerte alusión a la figura del “doble” (cuya exhumación debemos a los
alemanes romántico-grotescos del siglo XIX). El sujeto dotado del don de copiar
fielmente las firmas de toda clase, transcurre feliz por este cuento, viviendo
de su arte con algunos refinamientos y placeres, hasta el buen día en que debe admitir que la vida lo supera
en la fabricación de copias: la hija tan entrañable, ostenta, en su forma de
reir, la firma de su verdadero padre, el firmante en cuya sustitución se
encuentra comprometido en el momento. La gravedad de los amantes con su juego
de abismos y espejos rescata el cuento
de lo extraño, un poco perdido en medio del océano de minimalismo y
sucio-realismo imperante.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario