jueves, 14 de enero de 2021

La gravedad de los amantes (cuentos)

 


El retorno de los espejos

Algunos rituales que se permiten los narradores de los cuentos de La gravedad de los amantes evocan la ficción breve de Julio Cortázar. Como los narradores de los cuentos del argentino son creaturas que intentan paliar el desbordamiento de lo extraño con diques de palabras. La estética de lo aberrante, de lo grotesco(surgida hace doscientos años entre los románticos alemanes),  fue para el condensado cuento un factor de expansión; el público pidió más y así se construyó una ciudadela de la narrativa que es  transgresión de las certidumbres  frágiles  de filisteos y buscadores de diversiones impunes, los  cuentistas de lo secreto y mórbido plantearon un inquietante coctel de diversión y ansiedad, la vaga ansiedad y paradójica diversión  que aquejan  a quien lee las historias recogidas en La gravedad de los amantes, Premio de Cuento Universidad Industrial de Santander 2016. Si, los cuentos de Rodolfo Lara Mendoza son cuentos de asombro y perplejidad, alusiones a eso que espera en los cuartos largo tiempo clausurados,  o en los arrabales de la normalidad, y que fue para las mentes de un Cortázar o de un Onetti - por ejemplo- la ocasión de fabricar perversos juguetes,  dentro de una tradición que comprende una honorable galería de autores.

Los delirios reseñados  en La Gravedad de los amantes  no sufren los peores castigos, pero recuerdan la comodidad engañosa con la cual procedía Edipo antes de conocer la horrenda verdad. La visita impasible y fatal de la verdad es asunto de estas historias. En el texto inaugural,  Las gemelas,  la realidad es inocente; la culpa hay que buscarla en las trampas que unas fantasías narcisistas le tienden a la conciencia del narrador, que en ese trance es un espejo para casi todos los lectores. En el sugerente clímax, un espejo lo pondrá de súbito al borde del abismo de su ego. Y alcanzas a asustarte, recuerdas que te ha pasado, pero en tu caso sin más espejo que el karma.

Espejos  e imágenes en reflejos son utilería en las historias extrañas desde los tiempos de Hoffmann, el Poe alemán. Los cuentos de Lara Mendoza se desgranan en reflejos, duplicaciones, ecos y avatares. Aunque Lara, en el lugar tropical en que escribe, está remoto de las filigranas anglizantes de Jorge Luis Borges, creo que el rioplatense disfrutaría un cuento como El falsificador, precisamente por la fuerte alusión a la figura del “doble” (cuya exhumación debemos a los alemanes romántico-grotescos del siglo XIX). El sujeto dotado del don de copiar fielmente las firmas de toda clase, transcurre feliz por este cuento, viviendo de su arte con algunos refinamientos y placeres, hasta el buen  día en que debe admitir que la vida lo supera en la fabricación de copias: la hija tan entrañable, ostenta, en su forma de reir, la firma de su verdadero padre, el firmante en cuya sustitución se encuentra comprometido en el momento. La gravedad de los amantes con su juego de abismos y espejos  rescata el cuento de lo extraño, un poco perdido en medio del océano de minimalismo y sucio-realismo imperante.


No hay comentarios.: