domingo, 9 de junio de 2019

¿Murakami? No, gracias


Murakami diría que el libro estaba destinado a ser parte de mi vida. No se habría equivocado, El cazador de autógrafos me acompaña en estos días infames en Colombia. Son abluciones en ese libro lo que hago, cuando descanso de las inmersiones en Internet absorbiendo información del “teatro del mundo” y del papel que allí interpreta mi país, que es un barco en donde un traidor se ha amotinado y se ha atrincherado en el puente y desde allí escupe fuego y blasfemias.
La lectura de El cazador de autógrafos está condimentada con una pizca de nostalgia. Nostalgia, porque vivo en un mundo en que leer una novela –y para peor, una novela inglesa-ya no es un acto normal. Es como se leyeras una novela en una granja a pocos kilómetros de Auschwitz en 1944. Si levantaras la vista de las páginas verías por la ventana las chimeneas del campo de exterminio. Es como masturbarse, un acto solitario que cada vez que se repite te hace más solitario.
Hoy es junio 9, ha pasado un mes desde que empecé la novela inglesa y acabo de leer una preview de Google Books, Kafka en la orilla, de Haruki Murakami. Ha sido suficiente para que suba la cotización de Zadie Smith
Este Murakami de 2005 es evidente que no es inglés, que es un japonés snob que hace novelas como se hacen faroles japoneses o como se hace sushi. Hay algo crudo en esta historia de Kafka en la orilla. En cambio El cazador de autógrafos es de esas carnes rostizadas ahogadas en salsas inglesas que te deparan sabores definidos y te calman la inseguridad, la depresioncilla que te produce el “teatro del mundo” con Colombia haciendo su rutina barata de prostituta.
En efecto, hay en el libro de la Smith un traficante en autógrafos, y la Smith, con esa perspectiva oblicua a lo Virginia Woolf y dotes de “wit” que la emparentan con Smollett y Swift, hace “crochet” novelesco con la oscura faceta humana que hace de la vida una pasarela de rituales. Entre ellos, el ritual congelado que es un autógrafo. La cacería y negocios turbios con los autógrafos no exime a Alex Li, chino-inglés, de mirar cara a cara el Karma de su existencia. Y lo tiene que mirar y asumir, con algo de improvisación. Tiene que escurrirse entre los necios practicantes de rituales más rutinarios, tiene que encontrarse en alguna esquina del día, con su dependencia romántica de una mujer bonita y práctica. Es una trama que le ofrece mil oportunidades a Zadie Smith de elaborar una comedia muy a la inglesa que me redime en estos días infames.

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