Murakami diría que el libro estaba destinado a ser parte de
mi vida. No se habría equivocado, El cazador de autógrafos me acompaña en estos
días infames en Colombia. Son abluciones en ese libro lo que hago, cuando
descanso de las inmersiones en Internet absorbiendo información del “teatro del
mundo” y del papel que allí interpreta mi país, que es un barco en donde un
traidor se ha amotinado y se ha atrincherado en el puente y desde allí escupe
fuego y blasfemias.
La lectura de El cazador de autógrafos está condimentada con
una pizca de nostalgia. Nostalgia, porque vivo en un mundo en que leer una
novela –y para peor, una novela inglesa-ya no es un acto normal. Es como se
leyeras una novela en una granja a pocos kilómetros de Auschwitz en 1944. Si
levantaras la vista de las páginas verías por la ventana las chimeneas del
campo de exterminio. Es como masturbarse, un acto solitario que cada vez que se
repite te hace más solitario.
Hoy es junio 9, ha pasado un mes desde que empecé la novela
inglesa y acabo de leer una preview de Google Books, Kafka en la orilla, de
Haruki Murakami. Ha sido suficiente para que suba la cotización de Zadie
Smith
Este Murakami de 2005 es evidente que no es inglés,
que es un japonés snob que hace novelas como se hacen faroles japoneses o como
se hace sushi. Hay algo crudo en esta historia de Kafka en la orilla. En cambio
El cazador de autógrafos es de esas carnes rostizadas ahogadas en salsas
inglesas que te deparan sabores definidos y te calman la inseguridad, la depresioncilla
que te produce el “teatro del mundo” con Colombia haciendo su rutina barata de
prostituta.
En efecto, hay en el libro de la Smith un traficante en
autógrafos, y la Smith, con esa perspectiva oblicua a lo Virginia Woolf y dotes
de “wit” que la emparentan con Smollett y Swift, hace “crochet” novelesco con la
oscura faceta humana que hace de la vida una pasarela de rituales. Entre ellos,
el ritual congelado que es un autógrafo. La cacería y negocios turbios con los
autógrafos no exime a Alex Li, chino-inglés, de mirar cara a cara el Karma de
su existencia. Y lo tiene que mirar y asumir, con algo de improvisación. Tiene
que escurrirse entre los necios practicantes de rituales más rutinarios, tiene
que encontrarse en alguna esquina del día, con su dependencia romántica de una
mujer bonita y práctica. Es una trama que le ofrece mil oportunidades a Zadie
Smith de elaborar una comedia muy a la inglesa que me redime en estos días
infames.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario