jueves, 20 de septiembre de 2018

Bildungsroman del "viaje"y la traba

Hay textos literarios que son herejía en cuanto que se distancian sin remilgos de los buenos ejemplos. Son irreverentes, especialmente con los gustos mayoritarios que prescriben textos regidos por cierta métrica, tributarios de los hábitos expresivos más arraigados y probados. Muchas páginas del Ulises de James Joyce han cobrado un prestigio que originalmente no tenían gracias al reiterado decreto de múltiples críticos sobre su genialidad y carisma. Muchos lectores iniciales de ese libro mítico pensaron en exceso, desaliño y otros defectos hace cien años. Cuarenta años después de la aparición de Que viva la música en la literatura colombiana todavía duda el lector virgen si exceso y desaliño no le convienen al texto.
La mano con la cual Que viva la música juega en el póker de la literatura tiene, sin embargo, una poderosa carta. Esa carta es la heroína del libro, quien ha resultado un retrato tan convincente, hilarante, dominante y abrumador que marca un lugar propio en la historia de los lectores. Es una mujercita que no se puede olvidar. Creo que su estatus de inolvidable se debe a la solidez de su crítica al haz de narrativas filisteas de la élite. Como vocera de los jóvenes colombianos María del Carmen Huerta saca los trapos al sol, denuncia el atavismo mercantilista de la clase media, la garra depredadora de la clase alta, los sepulcros blanqueados, la pureza de las doncellas matrimoniables, el racismo, el materialismo y el oscurantismo maquillado de una sociedad deforme y atrofiada. Como los visionarios de las tribus del bosque lluvioso, María del Carmen recurre a un botiquín de cannabis, sedantes hipnóticos, sustancias psicodélicas y hongos alucinógenos. Su bildungsroman como experimentadora de las drogas es el tema de la novela. El sentido del humor impiadoso y corrosivo del que experimenta con su neurología, corroe el texto y espanta fácilmente lo que queda de filisteo y kitsch en todos nosotros.
El otro sentido textual de la novela de Andrés Caicedo es su condición de texto seminal y profético. Ese significado es dramático. En los últimos veinte o treinta años Que viva la música ha sido motivador de gestos frescos en la novela colombiana. Su descubrimiento del bufón sublime y del joven transgresor ha tenido repercusiones y la novela colombiana se ha liberado frente a estos personajes y sus motivos conexos. Es una buena noticia porque era notorio y extraño el bloqueo frente a ellos, el cual motivaba una novela que en una nota sobre Que viva la música, el escritor y traductor Nicolás Suescún califico de “novela pomposa”. Creo que textos como Rosario Tijeras (Jorge Franco, 1999), La sexualidad de la pantera rosa (Efraim Medina Reyes, 2004) y Sálvame Joe Louis (Andrés FelipeSolano, 2007) llegaron a ser gracias a la trocha abierta por Que viva la música. Seguramente, además de ellos, María del Carmen tiene otros primos en la ficción colombiana.  

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