viernes, 26 de marzo de 2021

El thriller de Vicky

En la novela que imagino el propietario de la revista sorbe de su copa tras devorar sus langostinos. Su interlocutor, accionista de un grupo bancario que comparte con su padre, le sonríe. Es un tipo raro, todavía joven, un ricachón nerd o, al revés, un nerd ricachón. Su obesidad lo hace ver infantil. Su sonrisa es demasiado estereotipada, parte de su arsenal social, presumo. “Has hecho feliz a un judío, siempre quise tener una revista para hacer el tipo de periodismo que se hace en Estados Unidos.” Al vendedor le produce risa. Está sin embargo, habituado a reírse por dentro, parte de su arsenal social, presumo. Desde hace rato sabe que hacer revistas no es rentable. Y si este judío, arribista como todos ellos, quiere presumir de periodista no será Felipe López quien frustre sus fantasías. Pulitzer era judío. La raza tiene aptitud para esa forma de la prostitución que es nuestro oficio. Sin embargo, nadie, y ellos se lo pierden, va a escribir la novela, el thriller, que es que una revista cambie de dueños…
Semana fue la revista de mi generación, con decirles que mi hermana tiene suscripción. Y yo, por algunos años pensé que debía hojearla en las consultas médicas u odontológicas. Y en la fila para pagar en el supermercado. Como sea, ha sido un interesante giro de la trama que se baje Felipe López y se suba Gabriel Gilinsky (Gabriel, creo-no soy periodista), un niño precoz banquero. Los plebeyos, es decir los que cojemos bus y ahora usamos tapabocas y gel desinfectante, no nos sobresaltamos al saber del negocio López-Gilinsky; obvio, nos rasgamos las vestiduras y pegamos alaridos de impotente indignación hace unos años cuando los hermanos Santos con el santurrón Juan Manuel a la cabeza vendieron El Tiempo a Grupo Planeta, y al poco rato este grupo se lo vendió barato a nuestro psicópata favorito, Luis Eduardo Sarmiento (que en otra novela se supera y a pesar de ser hijo de un oscuro empleado público pasa por esas etapas que pasan todas esas figuras de origen oscuro hasta alcanzar las cumbres política, sociales y económicas e imponerle respeto a los más feroces señores de la guerra). Es decir había antecedentes de esas perversiones financieras. Además sabíamos desde pequeños que los medios radiales eran propiedad de Julio Mario Santodomingo y Ardila Lulle (cabeza de un imperio, Postobón, el agua colorada y azucarada con que los trabajadores pasan el tamal o la bandeja paisa, anotación para los milenials, que no saben porque fue anterior a su despertar al mundo adulto) La novela de Semana unos meses más tarde se funde con otra novela de superación, la de Vicky Dávila. Confieso que esto si me alarmó. No tomaba en serio a esta periodista con limusina. No la tomaba en serio como villana. No creía que fuera más perversa que Salud Hernández. Yo si veo televisión nacional. Pero me tocó. Me tocó ver descender la realidad diez peldaños más hacia la alcantarilla. La angelical, pero pícara mujercita que me seducía como presentadora, lectora de noticias actuadas y de “confidenciales” mordaces bajo Juan Gossain, primero, y bajo García Peña, más tarde. Dos mentores que a su debido turno desempeñaron a fondo su misión de hacernos más aceptable nuestra despreciable realidad. ¿Cuántos gobiernos genocidas y plegados a la narco-oligarquía blnqueadora de dinero, maquillaron los dos? Lo único que yo sé es que a mí sí me enfurece enterarme de cosas malolientes que Gossain Y Peña han debido informarme oportunamente. Lo mismo Semana. Les va a quedar difícil que me trague más narrativas líricas de periodismo, de “cuarto poder”, de servicio público, bla, bla, bla. Vicky niña empezó en ese periodismo clásico. Se la envidiaba Caracol a RCN. Reía en el set, o en la cabina, de los chistes del corroncho (y académico de la lengua) Gossain. Se reía con risa cristalina. Y enseñaba los dientes (se sabe que enseñar los dientes riendo es un código sexual). La verdad es que Vicky, a diferencia de Salud Hernández tiene buena pierna. En la novela de Vicky su buena pierna conduce a un afortunado (por su no despreciable fortuna) “caribeño”, y a un poder mucho más complejo que cuando Gossain o Peña. ¿La imaginan devorando sus langostinos y empujándolos con un vino argentino de alta gama, en compañía de ese simpático caribeño acaudalado? Creo que el novio de Vicky es especialista en valllenatos, y cantándole los mejores aires vallenatos la enamoró definitivamente, tras haberla deslumbrado con sus tarjetas de crédito. Después de muchas novias caribeñas había llegado a la conclusión que las mujeres inteligentes capaces de hablar en párrafos, si además buena pierna, se la ponían más dura que las costeñas dueñas de rabos hiperbólicos (o rasgos hiperbólicos, como queráis). Es lo que llaman en los guiones de Netflix, TROPHY WIFE. La esposa trofeo, como Fernanda del Carpio, no hay nada que enloquezca más a un corroncho paisano mío! Vicky Dávila, como todos los que aguantamos en este valle de lágrimas. Ha habido tiempos duros. Lo que cuenta es aguantar hasta la venida de los tiempos buenos. Vicky se aguantó la voz de vaquero sinuano de Gossain y tantos pedos en la redacción de Noticias RCN y el pésimo café y las bajas velocidades de Internet de los años noventa y los primeros años de este hijueputa siglo, y se aguantó sucesivamente un Renault 12, un Volskwagen Golf y un Nissan Sentra. Incluso aguantó algo tan deprimente como un motel sin porno y sin espejos en el techo. Soportó todos aquellos juegos obsoletos, Mario Bros. Crash Bandicoot, San Andreas. Soportó a Juan Manuel Santos, y a Luis Carlos Sarmiento. En el mismo año que salió Windows 10 comprendió que ser mamerta no era exactamente estar en el lado correcto de la Historia. Fue un romance de comedia romántica. Este novio, ahora su marido legal, es un tío de apellido Gnecco (el nombre completo lo saben María Jimena Duzán y Sánchez Baute). ¡Qué buena pierna esa cachaca!, exclaman en el clan Gnecco. “Tiene a Uribe en el bolsillo”, dice Alex Char, cabeza del clan Char. Mis respetos Vicky, por un poquito eres igual de malvada y pervertida que la despiadada Brigid O’Shaugnessy , villana de la novela El halcón maltés. Una hijueputa clásica. Toda una novela. Un thriller.

1 comentario:

Nico Rose dijo...

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