La
literatura del crímen tiene quien la escriba. La escriben todos los días esos
escribidores hábiles, los periodistas, luego de que el intelectual orgánico o editor
les sugiere el tema y hay que aprovechar las filtraciones de información
privilegiada que son la fuente del exigente y creativo periodismo que aquí se
practica. Nadie sabe que más tiene el intelectual organico en su escritorio,
primero hay que destapar los crímenes de los del otro bando, de los
competidores. ¿Qué puede agregar un novelista?
El
principio no escrito pero universalmente acatado de que la novela no compite
con los diarios y revistas es alegremente violentado por muchos presuntos
autores de novela. Son prolíficos para moldear relatos en que desborda el poder
satánico del narcotráfico, que repiten el discurso de los medios sobre el
narcotráfico. Un discurso cuyo tópico más borroso e inane es: érase un país
bueno que sucumbió en las garras de un monstruo despiadado.
Se han escrito y se
escriben presuntas novelas sobre el tópico. El ruido de las cosas al caer es
una de ellas, y es Premio Alfaguara 2011. En dicha editorial aplican una
doctrina, y reza así: los españoles disfrutan leyendo sobre un país bárbaro y
fallido, escenario de canalladas que produce alivio saber que no se cometen en
España. Este país puede ser Colombia o puede ser Perú. Todo es muy tétrico por
acá. Por eso el ruido de las cosas al caer es un relato tétrico. Lo mismo que desayunamos
en los periódicos y revistas nuestros. Un personaje sin alma, Laverde, una
ficha sin alma de personaje. El gran novelista premiado ha sudado lo suyo para
parir casi una caricatura volátil y efímera. Un “carácter” cuyas aventuras se
reducen a seducir a una norteamericana estereotipada y a pilotiar aviones
cargados de cannabis sativa. El autor sabe escribir, cómo no. Pero este libro
es una colección bien escrita de lugares comunes sobre estupefacientes y
Colombia. Lugares comunes por lo menos para cualquier colombiano. Quizás para
los editores españoles sean cosas más sustanciales, algo así como la tragedia
nacional de Colombia. Esos editores que llevan a Juan Gabriel Vasquez de la
mano por las fases de su carrera literaria dejan tranquilo el tópico de la
tragedia nacional de España, toda la maldad que España destiló en su célebre
guerra civil de 1939, y luego en la tétrica dictadura del generalísimo
Francisco Franco. Podrían ensayar las posibilidades de este tópico y premiar
novelas que lo traten. Y en serio, algo podría salir bien: novelas sobre la
tragedia de España tendrían acogida acá en estos países fallidos de ficción
alfaguareña. Primero porque es un tema virgen acá, que no encontraremos en los
periódicos y revistas. Segundo porque España y sus actos históricos fallidos
son un espejo perfecto para Colombia y los suyos. ¿No dijo alguien que la
novela era un espejo que se pasea por un camino?