domingo, 17 de diciembre de 2017

Odio a la Historia


No ignoro que la Historia viene aquejada de cierta devaluación desde hace un tiempo. Que algo como la filosofía de la Historia suelta un aroma indiscutible de antigualla. Advierto que las dos veces que he mencionado el nombre, lo he escrito con mayúscula.
Para mí, autodidacta réprobo, la Historia es algo. Estoy suspendido en las órbitas más exteriores de una Historia que es tan majestuosa –aunque trágica, es cierto-como una constelación de galaxias. Con ella suelen andar a regañadientes aquellos que encuentran insoportable que obedezca a una especie de plan o ADN histórico o que posea una especie de vida y de voluntad propia. La Historia es aborrecida porque sucede envuelta en una gran dosis de barbarie. ¿Qué plan puede haber implícito ahí? La barbarie más repugnante es, sin embargo, la de uno de sus frutos, el capitalismo.

El capitalismo como “demon” de la Historia no se comprende sino en clave histórica. Especialmente en su fase actual, este período de neo-liberalismo y financiarización global que es la normalización del fascismo, el período que arrancó con la llamada Primera Guerra Mundial y la revolución rusa. El neo-liberalismo es un fascismo con rostro amable que encierra un abrumador nivel de caos y barbarie. La Historia parece concluir en eso. Es lo que desconcierta. Y produce odio a la Historia. 

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