miércoles, 18 de enero de 2017

-La rebelión de los oficios inútiles- El arte de desaparecer la fábula

Una perversión a medias es peor que un crimen entero…el patrón de collage en La rebelión de los oficios inútiles se queda en mecanismo gratuito, no trasciende cierto designio manipulador, es insincero. Es, sin embargo, un texto premiado. No es un premio importante. ¿O sí? El premio de novela del diario bonaerense Clarín, entre los tan cuestionados premios, no suena como el super-importante. En Colombia, hervidero de entusiastas no ha habido mucha fiesta por este premio, en un país pronto siempre a festejar los “logros” de sus nativos en el exterior.
Las novelas premiadas están quizás más obligadas a ser novelas. Tienen que empezar por ser relatos. El premiado autor tiene que entendérsela con ese esquema diacrónico, se presume que tiene sensibilidad al desarrollo lineal de una “acción”, la “praxis” de la Poética de Aristóteles. ¿Cómo explica que este libro carezca de la libido épica y sea un apilamiento sordo de referencias sin fábula?
Lo que nos arrastra en la existencia, la conciencia, es fundamentalmente narradora, fatalmente establece nexos entre momentos, el ritual de la historia narrada surge de este proceso. Y al narrar su “fábula”, la conciencia narra sus objetos, su mundo, lo desdobla. Este libro premiado evade todo el tiempo este proceso y el resultado es que no asoma en él ninguna conciencia con la que el lector dialogue. Al no desdoblar sus referencias en narración no construye relato. 
En referencia obvia se quedan los ocupantes desesperados de un lote de tierra, el premiado Daniel Ferreira les ofrece apenas su manía de la frase por la frase, su opción gratuita por el ciego expresionismo de su texto, nunca llega a calar la verdad de la invasión y de sus héroes. No penetra el tema, no es un topo de su tema.
El vacío narrativo, la manipulación sorda, la gratuidad y la truculencia del texto son evidentes en enunciados como:

“…mañanas cuando entendemos lo que significa que el hombre es lobo para el hombre, esas tardes en que constatamos que no existen las bestias, que el hombre es la única bestia, frenética, abusiva, parásita, sedienta de sangre…” p. 139

“…estaba completamente absorbido, asimilado y exudado por los existencialistas de Francia, por Sartre y Camus, mi maestro, Albert Camus, el modelo exacto (pleonasmo) de lo que debe ser un escritor, si es que un escritor debe ser algo en este mundo…” p. 137

“Cuando empieza a sentirse embotado por el humo y el hedor a tabaco mil veces fumado, sale de aquel moridero con la chaqueta cundida de alquitrán y el vómito rasposo y atragantado en el esófago” p. 162

“Sin mediar palabra, los gorilas le asestan puñetazos en el estómago y la mandíbula. El trata de defenderse, pero uno de los gorilas ya le retuerce el brazo empuñado con una llave de lucha grecorromana y el otro le lanza puños en el estómago” p. 163

 “Ese mismo día conoció al cubano. Al día siguiente salió rumbo a La Florida en ese Ford negro como el vestido satinado de la puta, como el corazón de Laura Litri; negro, como Manhattan, negro como su ojo izquierdo hinchado por los puñetazos.”

El chiste es que Daniel Ferreira, el autor, alega que este texto es parte de una “pentalogía”. Buen chiste.




domingo, 15 de enero de 2017

La parentela del Gólem

Son exóticos, heterodoxos, parvos, marginales, heréticos. No es lo suyo la gran gesta ni la aventura vasta e intrépida. Ni la aclaración de asesinatos y otros crímenes. Ni amparan damas en problemas ni viudas y huérfanos. Rehúyen la máquina del mundo y vegetan en extremas circunstancias. Se parecen a Harry, el lobo estepario; al errante Stephen Dedalus, al sufrido Gregorio Samsa. Sus peripecias chaplinescas pueden resultar divertidas al lector cómodo en su sillón.
El acervo de creaturas literarias raras y ambiguas sigue aumentando como si surgiera de una manía obsesiva. A través de las ficciones actuaría un alma colectiva que busca respuestas en esos personajes vagos, de idiosincrasias irónicas y “borderline” que ya se ven a gatas para englobar los conceptos de antihéroe y de “perdedor”. ¿Qué significan estas “sombras” de la literatura?

Don Quijote es un antihéroe típico; en comparación con las creaturas a que aludo es un individuo coherente y consolador. Ninguno de los golem que han surgido en los últimos tiempos posee la filosofía y el estoicismo de Huckleberry Finn, otro antihéroe a quien se ama fatalmente. Sin un posgrado en las poéticas de Faulkner es imposible rastrear hasta él, enfáticamente, los genes de esta tribu de personajes. En García Márquez parecen encontrarse en estado natural, en óptimas condiciones, en su tinta. Si existe una escuela del personaje marginal, cerrado en su mundo sublunar, ceñido por su renuncia poética a encarnar en laboriosas convenciones y refocilarse en la aprobación y los reconocimientos del ágora, Gabriel García Márquez es uno de sus heresiarcas.