Los libros de Hernán Vargascarreño que se han cruzado en mi
camino han sido para mí un curso intensivo en poesía. Como los libros de García
Lorca, de Machado, de Miguel Hernández, han sido mediadores de una experiencia
iniciática en quien es principalmente un lector de novelas sin remedio. Me han
recordado que las novelas son solo una secta de la literatura comparadas con el
canto como gesto característico del ser humano en todas partes.
En otras época superadas de la poesía colombiana el
desdoblamiento completo del tema era raro, los libros eran misceláneos,
reuniones de poemas ajenos unos a otros. Un raro ejemplo del poemario de tema
unitario, Morada al sur, de Aurelio Arturo tardó en ser reconocido como hito
fundamental. Por esos poderes limitados de los exégetas y lectores no calaba
suficientemente Memoria de los hospitales de ultramar, el canto ambivalente, la
elegía herética de Alvaro Mutis (ambos autores se pueden proponer como
antecedentes del canto de Hernán Vargascarreño).
Para organizar la masa coral de su elegía, el poeta unitario more Vargascarreño tiene que estar
seguro de sus querencias, tendencias, demonios y advertir su destino en ellos. El
compromiso a fondo con un tema en poesía implica proyectar la masa coral de
acordes temáticos, en fin las voces cuyo diálogo configura el tema. El poeta es
el Atlas que sostiene ese universo en levitación gracias a su voluntad poética.
Hoy podemos sacarlo en limpio: la poesía
en Colombia se encuentra en plena madurez, Hernán Vargascarreño es un ejemplo
feliz. En su reciente libro titulado Montuno, uno de los espíritus que preside
es indudablemente el del dios Pan que parece “hacerle la segunda”, para un desciframiento
de los misterios convocados en una región de Colombia en donde “el silencio
mordiente de los páramos” es más riesgoso que los hielos
Vargascarreño en Montuno -como antes en Tempus-hace surgir
un mundo o lo convoca con alarde de totalidad. Le da habla a ese mundo para que
sea posible la comunión con él (comunión, he ahí un término que vale como
sinónimo de lírica).
Comunión, communio,
encuentro en que los hombres truecan sus pocas certezas, sus ilusiones, sus
cantos. Oficia, el poeta. Masa coral, masa de las voces del coro, mar de voces,
república de voces. La rastredad de los hombres, los filos de las montañas, el
viento herido, el silencio mordiente del páramo, las sombras, la roca, todos
ellos son voces aunadas en el coro de la elegía abandonada a su momentum.
Montuno es un tratado sobre el destino, un tratado que
sugiere que el lugar natal es la clave del andar y buscar del alma. Solo la
poesía puede decirlo: la geografía es un destino heroico para el sujeto
verdadero. Afortunados quienes tienen un sitio de donde proceden. Es el caso
del autor de los cantos de Montuno. Los desarraigados ontológicos que no pueden
reclamar pertenencia a un lugar natal al tener, en esta poesía, la visión de la
condición humana opuesta, también se aproximarán más a su peculiar destino. Y
qué lugar, uno se puede enamorar de él tal como surge en la voz de
Vargascarreño:
“No podemos destajarnos de estas tierras que no están hechas
para hombres alegres. Aquí está nuestro sino de sombras, aferrado a estos
confines del mundo. Más allá de su límites ya no somos, no sabemos ser.” Pag.
14
“mientras bajamos / los estrechos caminos abiertos / sobre
la montaña empinada / y abajo el río solo semeja / una delgada ilusión de plata
/ los gritos de los gavilanes ahondan los desfiladeros / pero más ahonda el
silencio de nuestros propios espantajos” pag. 27
Los poderes del poeta
El poeta, todo lo que resucita: los orígenes, los puntos
cardinales del alma, los primeros pasos, las epifanías, el lugar que lo pare a
uno, la unidad de esas montañas, la intimidad del hombre con su comarca natal,
los elementos primarios: el poeta ejerce sus poderes, y su canto es reparador,
liberador, sanador.
"Estas montañas / extremidades del mundo / abandonadas a su
propio sueño / en medio del caos que es el orden geológico / nada piden a
cambio / cuando pasamos sobre sus lomos..
…Con solo sabernos sus peregrinos / les basta para sus
arriesgadas geografías / tan hermanadas ellas / a la rastredad de los hombres”
pags. 28-29
NOTA: En el mini-formato bibliográfico, estos cantos de Hernán
Vargascarreño seducen aún más al ver las montañas y los abismos del Chicamocha
contenidos en tan “breve cárcel”.
1 comentario:
Gracias, Ernesto, por la reseña. Logras decir lo que no sé; cómo es necesaria la mirada de un crítico cuando un libro decide andar.
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