Llevo varios años estudiando la novela. Un indicio de mis
progresos es que hago mención del “discurso novelesco”, lo que hace que una
novela sea una novela. Me divierto, obviamente. El discurso novelesco es
divertido. Puedo tramitar cuatro novelas en tres meses. En la fase actual estoy
en tratos con cinco, “Que viva la música”, “La carroza de Bolívar”, “La mujer barbuda”,
“La información” y “El libro de la envidia”. En esos episodios de consumo de
novelas hay un trámite central, los libros deliberadamente estudiados y
anotados (de manera muy informal y marginal); los textos a que me conduce el
grupo central, podemos llamarles trámite secundario; son los libros, novelas y estudios y análisis que miro en
Internet.
Casi todo mi Bakhtin (Bajtín) lo he sacado de Internet,
mismo lugar en donde he mirado en estos días The sun also rises (Hemingway, con
el descubrimiento pierde firmeza mi escepticismo sobre su pericia
novelística ). Mi comportamiento es errático porque tras leer algunas páginas
de Pamela de Richardson fácilmente me interno por la mitología para recabar
datos sobre Hermes, muy divertido porque el “dios de los umbrales” también era
el patrono de los que se dedican a las artes y de los ladrones. Quizá todo
artista es un ladrón en cierto sentido.
“La información” es un libro de Martin Amis que nos
tranquiliza sobre la salud de la novela inglesa. Es perfecto en caso de que nos
propongamos torturar a Isabel Allende. Allí nadie vale cinco, todos los
personajes son experimentos de ética, el término “antihéroe” les queda grande.
Parecen más rusos que ingleses, que es lo que parecen tanto los muñecos de la
Allende. Es grande el contraste con los operáticos héroes de Isabel Allende. “la
información” es una novela para adultos que conozcan aunque sea un 20 por
ciento de las profundidades de su alma, ese depósito de cabos sueltos y de
mecanismos de defensa y prevaricatos. El arte novelístico de Amis es lo único
bueno. Nos hace tragar los asuntos repugnantes en que se ocupan sus dos principales
antihéroes (yo diría que Gwyn, el Némesis moral del personaje central, Richard
Tull, no se merece ese calificativo, es una colección de mecanismo de defensa,
mecanismos de negación de la realidad con el fin de continuar cómodos y no
plantearnos jamás nada sincero). En esta colección de seres humanos incapaces
de romper con la inercia moral la novela de Amis se parece a la novela
colombiana “Autogol”, de Ricardo Silva Romero.
En la novela la existencia humana sufre un cruce de frontera
que la lleva a un mundo dislocado, pasa de la apariencia, de la falsa
coherencia de la costumbre y las convenciones a un mundo de ultratumba en el
cual las máscaras se caen o se borran y asisten a acontecimientos proféticos. O
el reverso de las cosas, la novela como proceso en que tras retirar algún velo
aparece el otro significado de las cosas. El discurso novelístico contradice la
cara aparente de las cosas.
Los personajes observados bien cerca semejan difuntos
convocados que acuden a revelarnos una información de importancia para nuestra
aventura.
En el teatro no sucede de otra manera. La novela es el
teatro de quienes no pueden darse el lujo de ir al teatro. En Hamlet el pasaje
al inframundo ocurre pronto, el héroe es informado de la doliente verdad
temprano en el primer acto. Los fantasmas son auxiliares tan conspicuos en la
ficción que es su ausencia no su intervención la que debería ser una infracción
del realismo.
El viaje más obvio de Juana Villegas en Parece
que va a llover (Ricardo Silva Romero, Bogotá) es el que realiza con su ex
novio Ricardo al popular antro bogotano del contrabando, San Andresito, con la
misión de adquirir unas películas en compact disc. Un sitio al margen de las
reglas, un inframundo. Cuando las películas se han comprado, Juana completa su visión
profética que le enseña que su existencia está colonizada por un sistema de
mentiras. Ya ninguna máscara se sostiene en su lugar. El viaje a Hades es uno
de los procedimientos habituales de la novela, es incluso un ritual que motiva
las expectativas ante un nuevo texto. Mikhail Bakhtin, ese ruso imprescindible
que estudió la novela bajo la dictadura de Stalin clasifica el viaja a Hades o
Infierno como un tópico que resurge incesantemente en la novela moderna que así
tributa a antiguos géneros literarios que en fascinantes mescolanzas fueron
construyendo el discurso novelesco