viernes, 30 de octubre de 2015

Una mujer que te marca, La mujer barbuda de Ramón Illán Bacca


La crítica cultural es ademán de grandes novelas y la que Ramón Illán Bacca plasma en la suya se aplica al Caribe colombiano, es una mirada que coincide con la mirada de García Márquez cuando éste atenúa su intención mítico-elegíaca. Es también muy afín a la mirada de V. S. Naipaul en El sanador místico. Este libro consigue una interpretación abierta y dialógica de una época de la historia colombiana que, precisamente, carecía de interpretaciones y la historiografía nos ofrece como una sorda entropía anecdótica. Con La mujer barbuda se enmienda la omisión, se sugieren promisorias vías de recuperar el período que se abre patéticamente con la secesión de Panamá y adquiere visos de opereta con el sexenio del general Rafael Reyes y el gobierno del erudito y solterón Marco Fidel Suárez y cierra trágicamente con la rebelión de las Bananeras, y sin embargo es el mecanismo que subyace a la historia colombiana desde entonces hasta la anarquía de hoy.
El hirsutismo es el elegante nombre que se le da al exceso de vello especialmente en el rostro femenino, y por el efecto carnavalizador de la novela se convierte en el problema más importante de la república remendada tras la traumática guerra de los Mil Días y el rapto de Panamá. Porque la república bananera es Santa Marta, cuyo caudillo tropical es el general Tiburcio del Valle que teme a las habladurías que pueda desencadenar la barba suave, pero al fin barba, de su hija Perpetuo Socorro del Valle. Con este rasgo sorpresivo de la sociología se topa Spencer Cow, cuya misión en Santa Marta es localizar y llevar a Inglaterra algunos ejemplares de una rara variedad de orquídea. El bastante completo informe a sus superiores de sus aventuras suministra la sustancia básica de la novela. En el agente inglés, muy bien dotado del sarcasmo humorístico de esta raza, acentuado por su afición al opio, podemos reconocernos todos. El Caribe con su mezcla de rusticidad y cosmopolitismo suele volvernos extranjeros –aún a quienes somos de allí- apenas empezamos a tratar de entenderlo. Junto al recio sabor del ron, tenemos que digerir a criollos que padecen gonorreas de Bruselas y a fieros poetas mulatos incomprendidos. En brazos de la muchacha hirsuta, Spencer Cow conoce lo que es el sexo sin tapujos, será una marca que lleve de ahí en adelante. En este primer movimiento la novela establece su régimen propio, su nostalgia por el género folletinesco y el citar en varias formas a novelistas como Joseph Conrad y Graham Greene de pura casta inglesa que arrimaron a estas orillas para escaldar sus gargantas con ron y percibir qué extraños y sin embargo radicalmente literales pueden ser sus congéneres del Caribe.
La mezcla de los ingredientes se vuelve de gourmet cuando Bacca agrega una conspiración contra el régimen del general Rafael Reyes. El desenlace o desenredo de esta trama se apoya mucho en el diario o memorias de la institutriz griega de las hermanas Perpetuo Socorro y María Perfecta del Valle. El texto es en tanta medida resultado del proceso de carnavalización de los géneros que parece un homenaje a Mikhail Bajtin. En Barranquilla, Spencer Cow acopia informes del cónsul de su patria y da algunos pasos en falso que complicarán adicionalmente las cosas. Quien al leer esta novela siente que está viendo una versión despiadadamente adulterada y enriquecida de Casablanca, está dando en el clavo. La mujer barbuda es una de esas novelas, dentro te sientes a tus anchas, sin necesidad de justificarte, dejándote llevar por la dialéctica del novelista, leyendo las claves que te suministra para una lectura enriquecida de la realidad. El novelista es alguien que te devuelve la realidad anotada y con comentarios de su cosecha.